

Los datos nacionales que marcan un retroceso del consumo también se sienten con fuerza en el noroeste bonaerense. Según cifras oficiales, en julio las ventas en supermercados cayeron un 2,1% en relación a junio y un 11,4% interanual, mientras que los autoservicios mayoristas acumulan entre enero y julio una baja del 15,7% frente al promedio 2017-2023, llegando al 18,9% respecto al año pasado.
Pero más allá de las estadísticas, los comerciantes de ciudades como Junín, Lincoln, Chacabuco y 9 de Julio coinciden en que el impacto se percibe día a día en sus cajas. “La gente compra lo justo y necesario: harina, aceite, fideos y leche. Lo que antes era un changuito, ahora es una bolsita”, graficó el dueño de un autoservicio de barrio en Chacabuco.
En Lincoln, una comerciante señaló que los productos de limpieza y perfumería son los que más retrocedieron en ventas
Desde 9 de Julio, otro almacenero comentó que las segundas marcas ganan terreno: “La gente pregunta primero el precio y después decide. Elige lo más barato aunque la calidad no sea la misma. Eso antes no pasaba tanto”.
El malestar se extiende al sector de almacenes de barrio, que históricamente actúan como “amortiguadores” en épocas de crisis. “Vendemos más fiado que nunca. Hay familias que vienen dos o tres veces por semana, pero se llevan lo básico: pan, leche y huevos. Lo demás quedó relegado”, contó una comerciante de Lincoln.
En este contexto, los pequeños y medianos comerciantes del noroeste bonaerense expresan preocupación por la falta de medidas que apunten directamente a sostener el consumo. “Las estadísticas hablan de porcentajes, pero en los mostradores hablamos de familias que ya no llegan a fin de mes”, resumió un supermercadista juninense.