jueves 30 de octubre de 2025 - Edición Nº4904

Regionales | 27 Oct

Punto de Vista

Autopsia de una Esperanza

Escribe Dr. Sebastián Riglos, especial para Infonoroeste.


Hay incendios que no comienzan por error, sino por convicción. Ninguna chispa es inocente cuando el fuego se enciende en nombre de una idea. Imagino a Neron, apurando un sorbo de vino, cara de satisfacción, y con esta reflexión en su mente.

Vivimos en un tiempo en el que la multitud ha confundido la emancipación con la venganza, y la palabra libertad ha sido vaciada de su contenido ético para transformarse en consigna.

Se avanza o se retrocede - al igual que el fuego - sobre los derechos conquistados, sobre los cuerpos que envejecen, sobre los niños que aún no comprenden la magnitud del daño, y sobre una educación que alguna vez fue promesa de igualdad.

Y mientras todo arde, muchos celebran el resplandor creyendo que es luz. Pero no hay claridad en las llamas: sólo sombras más densas. Quemar lo común no es un acto de rebeldía, es la forma más sofisticada de servidumbre.

Pero nada es azaroso, si algo tiene para mostrarnos la historia, es el encastre de precedentes y consecuentes, imperfecta combinaciones complejas de causas - efectos. Y en ese orden de ideas, no puede ser ajeno o extraño la implosión de quienes debían encarnar la resistencia. Aquellos que nacieron revolucionarios, hoy son conservadores, que pueden prescindir de la galera y la levita.

Las pujas palaciegas del partido de oposición (histórico referente de los sectores populares) han consumido cualquier esperanza de renovación. La primavera no huele a flores, sino más bien a pinotea barnizada. Hoy son la opción conservadora de las masas, mientras que lo revolucionario de hoy, es solo en estética, pues traen ideas del siglo XIX, y las pone de moda entre púberes y no tanto.

Las internas del partido de oposición por la conducción del movimiento, entre el egoísmo faccioso, en la hegemonía del dedo, en el nepotismo político y en la entronización de falsos ídolos, finalmente olvido su propósito, el de ser un partido de mayorías, para volverse una expresión sectorial. Los arrojó finalmente de la vereda de enfrente.

Así, de este modo, se consumó la muerte del sujeto político histórico popular, aquel que alguna vez representó a los sectores humildes y trabajadores, y que hoy sobrevive apenas como un eco en la conciencia colectiva. O tal vez haya mudado a otro faro, o sentido de pertenencia.

No estamos en presencia de un accidente político, sino una decisión existencial: el voto eutanásico, el gesto por el cual una sociedad desesperada firma su propia defunción moral, convencida de que el dolor ajeno puede aliviar la herida propia. Se vota en contra de, y no ya a favor de tal o cual cosa.

En ese acto se condensa la paradoja de un pueblo que confunde destrucción con renacimiento y justicia con revancha. No hay épica en el despojo, ni redención en el odio. El individualismo, erigido como virtud, es apenas el nombre estético de la renuncia colectiva. Y cuando el desprecio se convierte en doctrina, el fuego deja de ser metáfora: se vuelve destino.

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